miércoles, 29 de octubre de 2014

En la columna de la Archiduquesa...

Los panteones en la Ciudad de México.

Muy buen día tengan ustedes mis queridos plebeyos, hoy quiero contaros de algo muy especial que me sucedió el otro día. Iba yo de compras en el paseo de Antara y de pronto fui abordada por una señora ya mayor y bastante regordeta que me ofreció un servicio de defunción. Muy amable, la mujer me dijo que por una módica cantidad podría ser velada en una de las exclusivas salas de Gayosso y que además podía ser incinerada y mis cenizas estarían en una de las capillas más hermosas de la villa de Guadalupe... Me quedé callada, nos miramos, respiré y le solté tremendo revés en su rostro que la dejé tumbada en el piso!

¡Pero qué falta de respeto a mi archiducal persona! No lo podía creer, quién cree que soy para ofrecerme eso, ¿la gaviota? Y es que sepan ustedes que de ninguna manera sería velada en ninguna salita. Que asco, ahí han velado a quien sabe qué hijo de vecina. ¿Yo incinerada? Pues ni que fuera una vil hereje o pecadora, ¡o bruja! Y qué es eso de mis cenizas en una capilla de la Villa, ¡pero que asco! ¡No! Yo, por ser parte de la familia real, me toca ser velada en el Altar de los Reyes de la Catedral y ser enterrada en las criptas de la misma iglesia ¡con todos los honores!

Ya después, una amiga me dijo que no me exasperara, que ahora la gente normal se incinera y se entierra en pequeñas gavetas, en capillas o en cementerios. En nuestra época la gente no hacía eso. La gente de la alta clase era enterrada en el presbiterio de las iglesias, debajo de las naves de los templos y los mas pobres se enterraban afuera, en los atrios. El concepto de cementerio fue introducido a México en el siglo XIX y fue el hereje presidente Juárez quien inauguró el concepto de cementerio público con el fin de llevar un registro de defunción civil. 

Al construirse los cementerios en el siglo XIX se decidió, por salubridad, que estos fueran situados a la lejanía de la ciudad. Así que el panteón de Dolores fue situado en la subida de los cerros del poniente, el cementerio de santa María la Redonda en el límite noroeste de la ciudad, el panteón de San Fernando (el más exclusivo y fino) en el límite poniente de la ciudad y el de campo florido en el límite sur de la misma.

Como fue avanzando el tiempo, los cementerios fueron en aumento, fundándose el panteón Francés a la orilla del río de Viaducto Piedad y sobre la actual avenida de Cuahutemoc se fundó un panteón muy grande e importante que en la primera mitad del siglo XX fue demolido para crear un parque y posteriormente el centro comercial Pabellón Cuahutemoc. Todavía muchos de los que van a correr por ahí dicen haber visto luces de fuegos fatuos, fantasmas y sabe Dios que más cosas. 

Entonces ya saben queridos, anteriormente las iglesias fungían como cementerios; desde el siglo XIX se implementó el concepto de panteón y ahora ya se incineran y se guardan en cajitas para ponerlas en una pared. ¿Ahora entienden lo que les digo? Uno debe de ser enterrado con toda la gracia y el protocolo. En una iglesia, nada de cajitas palurdas.

Les quiere su amiga la archiduquesa. 

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