miércoles, 10 de septiembre de 2014

En la columna de la Archiduquesa...

El Walking Dead Novohispano.

Mis queridos plebeyos, la noche de a noche estuve viendo una de esas series televisivas muy interesantes que ustedes tanto gustan de admirar. Me compré mi membresía del neflis y pude ver el maravilloso y desconocido mundo de la televisión pagada por internet frente a mis ojos. Como soy muy versada en otras lenguas, pude entonces entender muchas de las series que están en anglicano, por eso quiero hablarles de una de las series que vi.

Se llama el gualquinded, y me impresionó mucho analizar cómo la gente de ahora se espanta por los muertos vivientes o zombis que aparecen en las películas y en las series televisivas. Entonces les contaré algo muy similar que pasaba en las epidemias. 

Los cementerios son algo relativamente nuevo en este país. Apenas en la época del hereje zapoteca don Benito Juárez, se implementó el uso reglamentado de los cementerios que deberían estar, por cuestiones de salubridad, a las afueras de las ciudades. Durante todo nuestro virreinato novohispano, los muertos eran enterrados dentro de las paredes y debajo de los suelos de las iglesias. La gente pobre se enterraba en los atrios de las iglesias y  ahí era cuando ocurrían los problemas.

Durante la epidemia del Matlatzáhuatl, que en la nota pasada mi tía nos refirió, muchos indios murieron y fueron rápidamente enterrados en los atrios de las iglesias, prontamente fueron demasiados cuerpos enterrados en esos lugares. Uno de los atrios más concurrido fue el de la iglesia de la Santa Veracruz, templo que aún hoy en día sigue existiendo. Lo malo era que el subsuelo lacustre hacía que de vez en cuando los cadáveres salieran botados de la tierra por el movimiento del agua. Durante el Matlatzáhuatl, la gran cantidad de cadáveres y el subsuelo lacustre eran los causantes de que en el atrio de la Santa Veracruz se tuvieran que enterrar a los muertos por más de dos ocasiones, escenas de gran horror y asco para las personas que transitaban por ahí, hasta que el virrey ordenó el cese de entierros en esa zona. Por si fuera poco los muertos también se iban botando dentro de la iglesia, escena muy graciosa para mi...

Así que también tuvimos un gualquinded en estas virreinales tierras, solo que un poco más insalubre.

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